lunes, 24 de marzo de 2014

El Doctor y yo. Viajando a través de la melancolía



Mi Tardis

Este es el día dos de este pequeño y silencioso blog, pero voy a retroceder al primer día de mi recaída, ese día de pesadilla.

Es curioso cómo una busca concentrarse en algo diferente para poder sobrellevar las cosas.
Cuando planeé dejar de hablar con mi caballero de armadura (plan que no funcionó ni unas 24 horas) Tenía la idea de mantener la mente lo más ocupada posible.
Era la única manera de sobrevivir.

Entonces, allí estaba yo, completamente sola en mi habitación, evitando escuchar todo tipo de canciones dolorosas, tratando en realidad de no escuchar nada.
Han pasado ya dos semanas desde ese día que recuerdo de manera extraña en mi corazón.
Parece un día perdido.
Pero aún así siento (con mucho pesar) que puedo sentirlo como si aún lo viviera, utilizando mi masoquista memoria fotográfica y fotosensible.

Fue un día gris, insoportablemente cuadrado.
Cuadrado, dícese de un estado mental que suele englobar a la mayoría de la raza humana, las personas cuadradas y grises, son las peores, las que viven por vivir, comen por comer, respiran por respirar y mueren por morir. Usualmente persiguen propósitos vanos, dinero, posición, mujeres de plástico. Cosas inútiles.

Quizá pueda pensarse que soy muy radical, (aveces me sorprendo con estos temas) pero la verdad es que sólo lo soy en algunos asuntos vitales, me considero una persona de puntos medios, a diferencia de mi extremista caballero de fuego. Él sí que es un hombre de extremos.

Pero, bueno, sea lo que sea, me he desviado.
Ese día estuve en mi habitación, fue insoportable la mayor parte del tiempo, hasta que recordé el nombre de una serie que nunca había tenido tiempo de ver y decidí darle una oportunidad (después de todo, ¡qué más podía hacer!) la serie era Doctor Who.
Soy muy aficionada al vicio de las cosas nuevas, (nótese la redundancia) me gusta eso de descubrir, pero nada me fascina más que el espacio y la magia.
Cuando le di click al botón de play del capítulo número dos de la temporada uno de la nueva versión (aún no veo el capítulo uno, aunque ya voy por la tercera temporada, no sé por qué aún no deseo eso) Me quedé ensimismada. La verdad no sabía muy bien de qué trataba la serie, sólo sabía que tenía algo que ver con el tiempo, así que me arriesgué sin saber nada porque en realidad no me importaba. ¡Nada me importaba en ese momento!

Y oh, el descubrimiento.

No podía dejar de devorar los capítulos, uno tras otro, mientras tenía tiempo, claro. Y fue así como logré fundirme con esa atmósfera de novedad, descubrimiento y fascinación. 
Pero, oh, la melancolía...

El Doctor tenía tantos secretos, pero aún así desbordaba amor y espontaneidad, fuerza. Determinación. Entonces, mientras observaba a ese Doctor llevar a aquella chica suya a las infinidades del universo sólo podía pensar: "Si alguien me ofreciese lo mismo, ¿diría que sí? ¿dejaría todo lo que me ata a este mundo para viajar a través de las estrellas por el espacio y por el tiempo?"
 
La verdad es que me dije que sí.
Entonces pensé en mi caballero con armadura, mi triste y encantador caballero de armadura.
Triste, pensé que aún así querría salir de aquí, ver las estrellas, ver más allá de todo, quizá... quizá ver mi hogar.
Pero hay momentos en los que uno se derrumba, aveces la mente tiene trucos que uno no logra comprender. El simple hecho de mencionar esa palabra me derrumbó en llanto de nuevo. Y sintiéndome pequeña ante el mundo me dije que yo quería ir a ver las estrellas con ese hombre fuerte y confundido, con ese hombre de armadura y ojos tristes, pero llenos de amor.

Ah, el corazón. ¿Quién entiende al corazón?
No pretendo filosofar sobre eso ahora, no, no hoy. Pero hay tantas cosas que aún no entiendo, este mundo es tan grande, ¡tan grande!
Pero a la vez es tan pequeño... somos todos tan pequeños en este vasto universo...
Pero el Doctor dice algo que siempre me digo a mí misma y repito como una verdad de la vida:
Hasta el más pequeño ser, puede cambiar el rumbo de la historia.
Después de todo, son los pequeños actos los que nos impulsan día a día. Oh, eso me recuerda tanto al Señor de los Anillos, pero, hablaré de eso en otra oportunidad.

Ahora simplemente puedo viajar, en mi propia Tardis (máquina que puede viajar a través del tiempo y del espacio) hecha de melancolía, sintiéndome también la única en mi especie.
La única en mi especie... pero es entonces donde recuerdo esta otra frase que no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza mientras intento descifrar los rompecabezas de mis emociones:
"Hay algunas cosas por las que vale la pena terminar con un corazón roto"


Y maldición.
Creo que esa es una de las cosas que puedo afirmar con certeza que sé.



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